BRUNO LÓPEZ, 4º ESO A
Siria
septiembre de 2011.
Acabo
de terminar mi primer día de colegio. Cuando llego a casa, mis padres me
comentan que nos vamos a mudar; no quise responderles porque parecían
preocupados. Al día siguiente, no fui a clase; nos quedamos a escuchar la
radio. Hubo una discusión sobre religión. Mis padres querían dejar la casa
porque la relación con los vecinos no era buena. Yo, ignorante, me entretenía
con mis juguetes. Cuando nos trasladamos a la otra casa (bueno, casa... era más
bien una habitación), mis padres me dijeron que cogiera solo dos cosas.
Evidentemente, mi juguete de superhéroe vendría conmigo y, también este diario.
Tengo
miedo. Los petardos que oigo son muy fuertes, pero no digo nada. Cada noche
dormimos en un sitio diferente.
Hace
tres meses ya que no voy a la escuela y ahora vivimos en el coche, según mi
padre por culpa de los yihadistas.
Cada
noche, mi padre sale del coche para rebuscar comida o algo parecido. Lo sé
porque solo nos trae mondas de naranja manchadas de tierra y alguna vez, si
tiene suerte, una manzana y pan duro. Creo que soy el más afortunado, porque
siempre me tocan los trozos grandes.
Han
pasado dos días desde que no veo a mi padre. Mi madre y yo lo hemos estado
buscando por todas partes y no aparece; solo vemos escombros y edificios
derrumbados.
Hace
dos meses que no veo el cielo azul, un mes que no veo a mi padre, y dos días
que estoy caminando sin parar. Mi madre ya no me habla y se le está empezando a
caer el pelo. La única cosa que me confesó es que estábamos dirigiéndonos a un
lugar llamado Grecia.
Llevamos
un mes y cuatro días andando; no tengo más fuerzas. Estoy hambriento y hace
mucho frio; mi madre, sin embargo, es la que menos se queja y la que menos
prendas lleva.
Hace
una hora, más o menos, una señora y un señor pararon enfrente de nosotros y nos
preguntaron adónde nos dirigíamos. Mi madre les respondió llorando; debieron
emocionarse porque nos dejaron ir con ellos en el maletero. Ella resoplaba
aliviada y yo también al ver que por fin paraba de llorar.
Estamos
en la playa, es la primera vez que veo el mar, supongo que esto es Grecia, hay
mucha gente reunida ¡Ojala papá estuviese con nosotros para poder disfrutar de
este paisaje!
Mi
madre me ha dicho que mañana cogeremos un barco. Será la primera vez que monte
en uno. La verdad es que no tengo ganas de hacer nada, sólo quiero ver a mi
padre e irme a casa.
Deben
ser las ocho de la mañana y todo el mundo está en pie; intento despertar a mi
madre, pero no quiere. El barco está esperándonos y mi mamá no se despierta. Le
agito bruscamente el brazo, pero no reacciona. Monto en el la barca yo solo, hecho
un mar de lágrimas. Grito cuando empezamos a alejarnos de la orilla. En este
momento siento como si me quitasen el último trozo de vida que me
quedaba.