Megan
Trayling. 4º A
En el mundo hay muchos tipos de
educación. Uno de los mejores sistemas está en nuestro continente, Europa; la
finlandesa es una de las más admiradas y con mejores resultados y pretende,
ante todo, el desarrollo de la curiosidad, la creatividad y la experimentación,
no la memorización sin lógica. Allí, el gobierno no es quien decide el planteamiento
del sistema educativo, sino que cada colegio tiene autonomía para organizar su
programa de estudios, que es elegido entre toda la comunidad educativa. En
España, sin embargo, cada partido que sale elegido para gobernar saca una nueva
ley, sin tener en cuenta a los directamente implicados, los alumnos. La
enseñanza se plantea como una mera transmisión de información para que los estudiantes
la reproduzcan en el examen de memoria, muchas veces, sin utilizar la lógica, a
pesar de que está demostrado que, con el tiempo, de esa información el cerebro
sólo retiene, como máximo, un tercio.
En Finlandia, además, tienen menos horas lectivas,
unas 608 si sumamos todas, mientras que en España alcanzamos las 875, a las que
hay que sumar las horas dedicadas al estudio y a los deberes de casa, que
muchas veces son excesivos. Muchos alumnos se plantean cómo pueden conseguir un
mayor rendimiento, con mejores resultados en menos tiempo y sin tantas tareas
para casa. Investigando un poco sobre esta cuestión, he llegado a la siguiente
conclusión: por una parte, los profesores finlandeses tienen un elevado nivel
académico (para estudiar Magisterio se necesita, como mínimo, un 9 sobre 10),
por eso cuentan con el reconocimiento de toda la sociedad. En cuanto a sus
estilos pedagógicos, llama la atención que los docentes evitan dar
calificaciones numéricas hasta 5º de primaria, para que los alumnos no se
centren solamente en la nota. Sin embargo, en España, los alumnos pueden
pasarse cuatro horas más, después de las clases, estudiando sólo con la
motivación de obtener las mejores notas. A los que no “llegan” al objetivo
numérico se les deja por el camino. Por otra parte, en Finlandia los alumnos
que tienen problemas de aprendizaje; cuentan con la posibilidad de un profesor
particular totalmente gratis (recordemos que tanto el colegio, como el
instituto y la universidad del sistema público son gratuitos). Además, los
estudiantes tienen descansos de 15 minutos, entre cada clase o entre cada dos
clases, para que su rendimiento sea mayor.
En conclusión, los principios
fundamentales de nuestra educación deberían ser acordados entre los padres,
alumnos y profesores, en vez de que sean impuestos por el gobierno de turno. Los
políticos no conocen la realidad de las
aulas e ignoran qué es lo que realmente ocurre en ellas y lo que preocupa a todos los implicados. Es
importante comentar que hay otros cambios que deben producirse con urgencia: se
debería de enseñar de una manera más pedagógica, en vez obligar a los alumnos a
“soltar todo de una” y también habría que disminuir las horas de trabajo
académico en casa. Por último, es fundamental concienciar a aquellos alumnos
que por razón u otra no llegan al aprobado de que las notas no son lo más
importante y que todos, casi sin excepción, tenemos un talento.